1A comienzos de la siguiente primavera, en el mes de nisán,*2:1 En hebreo En el mes de nisán. En el antiguo calendario lunar hebreo, ese mes cayó entre abril y mayo del 445 a. C. durante el año veinte del reinado de Artajerjes, le servía el vino al rey y, como nunca antes había estado triste en su presencia,
—¿Por qué te ves tan triste? No me parece que estés enfermo; debes estar profundamente angustiado.
Entonces quedé aterrado,
—Viva el rey para siempre. ¿Cómo no voy a estar triste cuando la ciudad donde están enterrados mis antepasados está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego?
4El rey preguntó:
—Bueno, ¿cómo te puedo ayudar?
Después de orar al Dios del cielo,
—Si al rey le agrada, y si está contento conmigo, su servidor, envíeme a Judá para reconstruir la ciudad donde están enterrados mis antepasados.
6El rey, con la reina sentada a su lado, preguntó:
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? ¿Cuándo piensas regresar?
Después de decirle cuánto tiempo estaría ausente, el rey accedió a mi petición.
7Además le dije al rey:
—Si al rey le agrada, permítame llevar cartas dirigidas a los gobernadores de la provincia al occidente del río Éufrates,*2:7 En hebreo la provincia situada más allá del río; también en 2:9. indicándoles que me permitan viajar sin peligro por sus territorios de camino a Judá.
Entonces el rey me concedió estas peticiones porque la bondadosa mano de Dios estaba sobre mí.
9Cuando llegué ante los gobernadores de la provincia al occidente del río Éufrates, les entregué las cartas del rey. Debo agregar que el rey mandó oficiales del ejército y jinetes*2:9 O conductores de carros de guerra. para protegerme.
11Entonces llegué a Jerusalén. Tres días después,
16Los funcionarios de la ciudad no supieron de mi salida ni de lo que hice, porque aún no le había dicho nada a nadie sobre mis planes. Todavía no había hablado con los líderes judíos: los sacerdotes, los nobles, los funcionarios, ni con ningún otro en la administración;
—Ustedes saben muy bien las dificultades en que estamos. Jerusalén yace en ruinas y sus puertas fueron destruidas por fuego. ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén y pongamos fin a esta desgracia!
18Después les conté cómo la bondadosa mano de Dios estaba sobre mí, y acerca de mi conversación con el rey.
De inmediato contestaron:
—¡Sí, reconstruyamos la muralla!
Así que comenzaron la buena obra.
19Sin embargo, cuando Sanbalat, Tobías y Gesem el árabe se enteraron de nuestro plan, se burlaron con desprecio.
—¿Qué están haciendo? —preguntaron—. ¿Se rebelan contra el rey?
20Yo contesté:
—El Dios del cielo nos ayudará a tener éxito. Nosotros, sus siervos, comenzaremos a reconstruir esta muralla; pero ustedes no tienen ninguna parte ni derecho legal o reclamo histórico en Jerusalén.