1Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos.
6Entonces el Señor dijo: «Aprendan una lección de este juez injusto.
9Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás:
13»En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”.
15Cierto día, algunos padres llevaron a sus hijitos a Jesús para que él los tocara y los bendijera; pero cuando los discípulos vieron esto, regañaron a los padres por molestarlo.
16Entonces Jesús llamó a los niños y dijo a los discípulos: «Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino de Dios pertenece a los que son como estos niños.
18Cierta vez, un líder religioso le hizo a Jesús la siguiente pregunta:
—Maestro bueno, ¿qué debería hacer para heredar la vida eterna?
19—¿Por qué me llamas bueno? —le preguntó Jesús—. Solo Dios es verdaderamente bueno;
21El hombre respondió:
—He obedecido todos esos mandamientos desde que era joven.
22Cuando Jesús oyó su respuesta, le dijo:
—Hay una cosa que todavía no has hecho. Vende todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Después ven y sígueme.
23Cuando el hombre oyó esto, se puso triste porque era muy rico.
24Jesús lo vio*18:24 Algunos manuscritos dicen Jesús vio lo triste que estaba el hombre. y dijo: «¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!
26Los que lo oyeron, dijeron: «Entonces, ¿quién podrá ser salvo?».
27Él contestó: «Lo que es imposible para los seres humanos es posible para Dios».
28Pedro dijo:
—Nosotros hemos dejado nuestros hogares para seguirte.
29—Así es —respondió Jesús—, y les aseguro que todo el que haya dejado casa o esposa o hermanos o padres o hijos por causa del reino de Dios
31Jesús llevó a los doce discípulos aparte y dijo: «Escuchen, subimos a Jerusalén, donde todas las predicciones de los profetas acerca del Hijo del Hombre se harán realidad.
34Sin embargo, ellos no entendieron nada de esto. La importancia de sus palabras estaba oculta de ellos, y no captaron lo que decía.
35Al acercarse Jesús a Jericó, un mendigo ciego estaba sentado junto al camino.
39«¡Cállate!», le gritaba la gente que estaba más adelante.
Sin embargo, él gritó aún más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
40Cuando Jesús lo oyó, se detuvo y ordenó que le trajeran al hombre. Al acercarse el ciego, Jesús le preguntó:
41—¿Qué quieres que haga por ti?
—Señor —le dijo—, ¡quiero ver!
42Jesús le dijo:
—Bien, recibe la vista. Tu fe te ha sanado.
43Al instante el hombre pudo ver y siguió a Jesús mientras alababa a Dios. Y todos los que lo vieron también alabaron a Dios.