1Se acercaba el Festival de los Panes sin Levadura, también llamado Pascua.
3Entonces Satanás entró en Judas Iscariote, uno de los doce discípulos,
7Llegó el Festival de los Panes sin Levadura, cuando se sacrifica el cordero de la Pascua.
—Vayan y preparen la cena de Pascua, para que podamos comerla juntos.
9—¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
10Él contestó:
—En cuanto entren en Jerusalén, les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo. En la casa donde él entre,
13Ellos fueron a la ciudad y encontraron todo como Jesús les había dicho y allí prepararon la cena de Pascua.
14Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron juntos a la mesa.*22:14 O reclinaron juntos.
17Luego tomó en sus manos una copa de vino y le dio gracias a Dios por ella. Entonces dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes.
19Tomó un poco de pan y dio gracias a Dios por él. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: «Esto es mi cuerpo, el cual es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí».
20Después de la cena, tomó en sus manos otra copa de vino y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, un acuerdo confirmado con mi sangre, la cual es derramada como sacrificio por ustedes.*22:19-20 Algunos manuscritos no incluyen los versículos 22:19b-20: el cual es entregado por ustedes […] la cual es derramada como sacrificio por ustedes.
21»Pero aquí en esta mesa, sentado entre nosotros como un amigo, está el hombre que me traicionará.
24Después comenzaron a discutir quién sería el más importante entre ellos.
28»Ustedes han estado conmigo durante mis tiempos de prueba.
31»Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandear a cada uno de ustedes como si fueran trigo;
33Pedro dijo:
—Señor, estoy dispuesto a ir a prisión contigo y aun a morir contigo.
34Jesús le respondió:
—Pedro, déjame decirte algo. Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.
35Entonces Jesús les preguntó:
—Cuando los envié a predicar la Buena Noticia y no tenían dinero ni bolso de viaje ni otro par de sandalias, ¿les faltó algo?
—No —respondieron ellos.
36—Pero ahora —les dijo—, tomen su dinero y un bolso de viaje; y si no tienen espada, ¡vendan su manto y compren una!
38—Mira Señor —le respondieron—, contamos con dos espadas entre nosotros.
—Es suficiente —les dijo.
39Luego, acompañado por sus discípulos, Jesús salió del cuarto en el piso de arriba y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos.
41Se alejó a una distancia como de un tiro de piedra, se arrodilló y oró:
45Finalmente se puso de pie y regresó adonde estaban sus discípulos, pero los encontró dormidos, exhaustos por la tristeza.
47Mientras Jesús hablaba, se acercó una multitud, liderada por Judas, uno de los doce discípulos. Judas caminó hacia Jesús para saludarlo con un beso.
49Cuando los otros discípulos vieron lo que estaba por suceder, exclamaron: «Señor, ¿peleamos? ¡Trajimos las espadas!».
51Pero Jesús dijo: «Basta». Y tocó la oreja del hombre y lo sanó.
52Entonces Jesús habló a los principales sacerdotes, a los capitanes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido a buscarlo. «¿Acaso soy un peligroso revolucionario, para que vengan con espadas y palos para arrestarme? —les preguntó—.
54Entonces lo arrestaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Y Pedro los siguió de lejos.
57Pero Pedro lo negó: «¡Mujer, ni siquiera lo conozco!».
58Después de un rato, alguien más lo vio y dijo:
—Seguramente tú eres uno de ellos.
—¡No, hombre, no lo soy! —contestó.
59Alrededor de una hora más tarde, otra persona insistió: «Seguro este es uno de ellos porque también es galileo».
60Pero Pedro dijo: «¡Hombre, no sé de qué hablas!». Inmediatamente, mientras aún hablaba, el gallo cantó.
61En ese momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. De repente, las palabras del Señor pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces».
63Los guardias que estaban a cargo de Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo.
66Al amanecer, todos los ancianos del pueblo se reunieron, incluidos los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa. Llevaron a Jesús ante el Concilio Supremo*22:66 En griego ante el Sanedrín.
—Dinos, ¿eres tú el Mesías?
Él les respondió:
—Si lo dijera, no me creerían;
70Todos gritaron:
—¿Entonces afirmas que eres el Hijo de Dios?
Y él contestó:
—Ustedes dicen que lo soy.
71«¿Para qué necesitamos otros testigos? —dijeron—. Nosotros mismos lo oímos decirlo».