1Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán y fue guiado por el Espíritu en el desierto,*4:1 Algunos manuscritos dicen hacia el desierto.
3Entonces el diablo le dijo:
—Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se transforme en pan.
4Jesús le dijo:
—¡No! Las Escrituras dicen: “La gente no vive solo de pan”*4:4 Dt 8:3..
5Entonces el diablo lo llevó a una parte alta y desplegó ante él todos los reinos del mundo en un solo instante.
6—Te daré la gloria de estos reinos y autoridad sobre ellos —le dijo el diablo—, porque son míos para dárselos a quien yo quiera.
8Jesús le respondió:
—Las Escrituras dicen:
“Adora al Señor tu Dios
y sírvele únicamente a él”*4:8 Dt 6:13..
9Entonces el diablo lo llevó a Jerusalén, al punto más alto del templo, y dijo:
—Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate!
“Él ordenará a sus ángeles que te protejan y te guarden.
11Y te sostendrán con sus manos
para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra”*4:10-11 Sal 91:11-12..
12Jesús le respondió:
—Las Escrituras también dicen: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios”*4:12 Dt 6:16..
13Cuando el diablo terminó de tentar a Jesús, lo dejó hasta la siguiente oportunidad.
14Entonces Jesús regresó a Galilea lleno del poder del Espíritu Santo. Las noticias acerca de él corrieron rápidamente por toda la región.
16Cuando llegó a Nazaret, la aldea donde creció, fue como de costumbre a la sinagoga el día de descanso y se puso de pie para leer las Escrituras.
18«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres.
Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados,
que los ciegos verán,
que los oprimidos serán puestos en libertad,
19y que ha llegado el tiempo del favor del Señor*4:18-19 O y a proclamar el año aceptable del Señor. Is 61:1-2 (versión griega); 58:6.».
20Lo enrolló de nuevo, se lo entregó al ayudante y se sentó. Todas las miradas en la sinagoga se fijaron en él.
22Todos hablaban bien de él y estaban asombrados de la gracia con la que salían las palabras de su boca. «¿Cómo puede ser? —preguntaban—. ¿No es este el hijo de José?».
23Entonces Jesús les dijo: «Seguramente ustedes me citarán el proverbio que dice: “Médico, cúrate a ti mismo” para decirme: “Haz milagros aquí en tu propio pueblo como los que hiciste en Capernaúm”.
25»Sin duda había muchas viudas necesitadas en Israel en el tiempo de Elías, cuando los cielos se cerraron por tres años y medio y un hambre terrible devastó la tierra.
28Al oír eso la gente de la sinagoga se puso furiosa.
31Después Jesús fue a Capernaúm, una ciudad de Galilea, y enseñaba en la sinagoga cada día de descanso.
33Cierta vez que Jesús estaba en la sinagoga, un hombre poseído por un demonio —un espíritu maligno*4:33 En griego impuro; similar en 4:36.— clamó, gritando:
35Pero Jesús lo reprendió: «¡Cállate! —le ordenó—. ¡Sal de este hombre!». En ese mismo momento, el demonio arrojó al hombre al suelo mientras la multitud miraba; luego salió de él sin hacerle más daño.
36La gente, asombrada, exclamó: «¡Qué poder y autoridad tienen las palabras de este hombre! Hasta los espíritus malignos lo obedecen y huyen a su orden».
38Después de salir de la sinagoga ese día, Jesús fue a la casa de Simón, donde encontró a la suegra de Simón muy enferma, con mucha fiebre. «Por favor, sánala», le suplicaron todos.
40Esa tarde, al ponerse el sol, la gente de toda la aldea llevó ante Jesús a sus parientes enfermos. Cualquiera que fuera la enfermedad, el toque de su mano los sanaba a todos.
42Muy temprano a la mañana siguiente, Jesús salió a un lugar aislado. Las multitudes lo buscaron por todas partes y, cuando por fin lo encontraron, le suplicaron que no se fuera.