1Tres días después, cuando David y sus hombres llegaron a su casa en la ciudad de Siclag, encontraron que los amalecitas habían asaltado el Neguev y Siclag; habían destruido Siclag y la habían quemado hasta reducirla a cenizas.
3Cuando David y sus hombres vieron las ruinas y se dieron cuenta de lo que les había sucedido a sus familias,
7Entonces le dijo a Abiatar, el sacerdote:
—¡Tráeme el efod!
Así que Abiatar lo trajo
—¿Debo perseguir a esta banda de saqueadores? ¿Los atraparé?
Y el Señor le dijo:
—Sí, persíguelos. Recuperarás todo lo que te han quitado.
9De modo que David y sus seiscientos hombres salieron y llegaron al arroyo de Besor.
11En el camino encontraron a un egipcio en un campo y lo llevaron a David. Le dieron pan para comer y agua para beber.
13—¿A quién le perteneces y de dónde vienes? —le preguntó David.
—Soy egipcio, esclavo de un amalecita —respondió—. Mi amo me abandonó hace tres días porque yo estaba enfermo.
15—¿Me guiarás a esa banda de saqueadores? —preguntó David.
El joven contestó:
—Si haces un juramento en el nombre de Dios que no me matarás ni me devolverás a mi amo, entonces te guiaré a ellos.
16Así que guio a David hasta los amalecitas, y los encontraron dispersos por los campos comiendo, bebiendo y bailando con alegría por el enorme botín que habían tomado de los filisteos y de la tierra de Judá.
21Luego David regresó al arroyo de Besor y se encontró con los doscientos hombres que se habían quedado rezagados porque estaban demasiado cansados para seguir con él. Entonces salieron para encontrarse con David y con sus hombres, y David los saludó con alegría.
—Ellos no fueron con nosotros, así que no pueden tener nada del botín que recuperamos. Denles sus esposas e hijos y díganles que se vayan.
23Pero David dijo:
—¡No, mis hermanos! No sean egoístas con lo que el Señor nos dio. Él nos protegió y nos ayudó a derrotar a la banda de saqueadores que nos atacó.
25A partir de entonces, David estableció este dicho como decreto y ordenanza en Israel y hasta el día de hoy todavía se cumple.
26Cuando llegó a Siclag, David envió parte del botín a los ancianos de Judá, quienes eran sus amigos. «Esto es un regalo para ustedes —les dijo David—, tomado de los enemigos del Señor».
27Los regalos fueron enviados a la gente de las siguientes ciudades que David había visitado: Betel, Ramot-neguev, Jatir,