1Cierto día, David preguntó: «¿Hay alguien de la familia de Saúl que aún siga con vida, alguien a quien pueda mostrarle bondad por amor a Jonatán?».
—¿Eres tú Siba? —le preguntó el rey.
—Sí, señor, lo soy —contestó Siba.
3Enseguida el rey le preguntó:
—¿Hay alguien de la familia de Saúl que todavía viva? De ser así, quisiera mostrarle la bondad de Dios.
Siba le contestó:
—Sí, uno de los hijos de Jonatán sigue con vida. Está lisiado de ambos pies.
4—¿Dónde está? —preguntó el rey.
—En Lo-debar —le contestó Siba—, en la casa de Maquir, hijo de Amiel.
5Entonces David mandó a buscarlo y lo sacó de la casa de Maquir.
David dijo:
—¡Saludos, Mefiboset!
Mefiboset respondió:
—Yo soy su siervo.
7—¡No tengas miedo! —le dijo David—, mi intención es mostrarte mi bondad por lo que le prometí a tu padre, Jonatán. Te daré todas las propiedades que pertenecían a tu abuelo Saúl, y comerás aquí conmigo, a la mesa del rey.
8Mefiboset se inclinó respetuosamente y exclamó:
—¿Quién es su siervo para que le muestre tal bondad a un perro muerto como yo?
9Entonces el rey llamó a Siba, el siervo de Saúl, y dijo:
—Le he dado al nieto de tu amo todo lo que pertenecía a Saúl y a su familia.
11Siba respondió:
—Sí, mi señor el rey, yo soy su siervo y haré todo lo que me ha ordenado.
A partir de ese momento, Mefiboset comió a la mesa de David,*9:11 Así aparece en la versión griega; en hebreo dice a mi mesa. como si fuera uno de los hijos del rey.
12Mefiboset tenía un hijo pequeño llamado Mica. A partir de entonces, todos los miembros de la casa de Siba fueron siervos de Mefiboset.