1Jesús subió a una barca y regresó al otro lado del lago, a su propia ciudad.
3Entonces algunos de los maestros de la ley religiosa decían en su interior: «¡Es una blasfemia! ¿Acaso se cree que es Dios?».
4Jesús sabía*9:4 Algunos manuscritos dicen vio. lo que ellos estaban pensando, así que les preguntó: «¿Por qué tienen pensamientos tan malvados en el corazón?
7¡El hombre se levantó de un salto y se fue a su casa!
9Mientras caminaba, Jesús vio a un hombre llamado Mateo sentado en su cabina de cobrador de impuestos. «Sígueme y sé mi discípulo», le dijo Jesús. Entonces Mateo se levantó y lo siguió.
10Más tarde, Mateo invitó a Jesús y a sus discípulos a una cena en su casa, junto con muchos cobradores de impuestos y otros pecadores de mala fama.
12Cuando Jesús los oyó, les dijo: «La gente sana no necesita médico, los enfermos sí».
14Un día los discípulos de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron:
—¿Por qué tus discípulos no ayunan,*9:14 Algunos manuscritos dicen ayunan a menudo. como lo hacemos nosotros y los fariseos?
15Jesús respondió:
—¿Acaso los invitados de una boda están de luto mientras festejan con el novio? Por supuesto que no, pero un día el novio será llevado, y entonces sí ayunarán.
16»Además, ¿a quién se le ocurriría remendar una prenda vieja con tela nueva? Pues el remiendo nuevo encogería y se desprendería de la tela vieja, lo cual dejaría una rotura aún mayor que la anterior.
17»Y nadie pone vino nuevo en cueros viejos. Pues los cueros viejos se reventarían por la presión y el vino se derramaría, y los cueros quedarían arruinados. El vino nuevo se guarda en cueros nuevos para preservar a ambos.
18Mientras Jesús decía esas cosas, el líder de una sinagoga se le acercó y se arrodilló delante de él. «Mi hija acaba de morir —le dijo—, pero tú puedes traerla nuevamente a la vida solo con venir y poner tu mano sobre ella».
19Entonces Jesús y sus discípulos se levantaron y fueron con él.
22Jesús se dio vuelta, y cuando la vio le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado». Y la mujer quedó sana en ese instante.
23Cuando Jesús llegó a la casa del oficial, vio a una ruidosa multitud y escuchó la música del funeral.
27Cuando Jesús salió de la casa de la niña, lo siguieron dos hombres ciegos, quienes gritaban: «¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!».
28Entraron directamente a la casa donde Jesús se hospedaba, y él les preguntó:
—¿Creen que puedo darles la vista?
—Sí, Señor —le dijeron—, lo creemos.
29Entonces él les tocó los ojos y dijo:
—Debido a su fe, así se hará.
30Entonces sus ojos se abrieron, ¡y pudieron ver! Jesús les advirtió severamente: «No se lo cuenten a nadie»;
32Cuando se fueron, un hombre que no podía hablar, poseído por un demonio, fue llevado a Jesús.
34Sin embargo, los fariseos dijeron: «Puede expulsar demonios porque el príncipe de los demonios le da poder».
35Jesús recorrió todas las ciudades y aldeas de esa región, enseñando en las sinagogas y anunciando la Buena Noticia acerca del reino; y sanaba toda clase de enfermedades y dolencias.