1Esta es la Buena Noticia acerca de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios.*1:1 Algunos manuscritos no incluyen el Hijo de Dios. Comenzó
«Mira, envío a mi mensajero delante de ti,
y él preparará tu camino.*1:2 Ml 3:1.
3Es una voz que clama en el desierto:
“¡Preparen el camino para la venida del Señor!
¡Ábranle camino!”*1:3 Is 40:3 (versión griega).».
4Ese mensajero era Juan el Bautista. Estaba en el desierto y predicaba que la gente debía ser bautizada para demostrar que se había arrepentido de sus pecados y vuelto a Dios para ser perdonada.
7Juan anunciaba: «Pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de inclinarme como un esclavo y desatarle las correas de sus sandalias.
9Cierto día, Jesús llegó de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el río Jordán.
12Luego el Espíritu lo impulsó a ir al desierto,
14Más tarde, después del arresto de Juan, Jesús entró en Galilea, donde predicó la Buena Noticia de Dios.*1:14 Algunos manuscritos dicen la Buena Noticia del reino de Dios.
16Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón*1:16 Simón es llamado «Pedro» desde 3:16 en adelante. y a su hermano Andrés que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca.
19Un poco más adelante por la orilla, Jesús vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, en una barca, reparando las redes.
21Jesús y sus compañeros fueron al pueblo de Capernaúm. Cuando llegó el día de descanso, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar.
23De pronto, un hombre en la sinagoga, que estaba poseído por un espíritu maligno,*1:23 En griego impuro; también en 1:26, 27. gritó:
25Pero Jesús lo reprendió: «¡Cállate! —le ordenó—. ¡Sal de este hombre!».
27El asombro se apoderó de la gente, y todos comenzaron a hablar de lo que había ocurrido. «¿Qué clase de enseñanza nueva es esta? —se preguntaban con emoción—. ¡Tiene tanta autoridad! ¡Hasta los espíritus malignos obedecen sus órdenes!».
29Después Jesús salió de la sinagoga con Santiago y Juan, y fueron a la casa de Simón y Andrés.
32Esa tarde, después de la puesta del sol, le llevaron a Jesús muchos enfermos y endemoniados.
35A la mañana siguiente, antes del amanecer, Jesús se levantó y fue a un lugar aislado para orar.
—Todos te están buscando.
38Jesús les respondió:
—Debemos seguir adelante e ir a otras ciudades, y en ellas también predicaré porque para eso he venido.
39Así que recorrió toda la región de Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.
40Un hombre con lepra se acercó, se arrodilló ante Jesús y le suplicó que lo sanara.
—Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio —dijo.
41Movido a compasión,*1:41 Algunos manuscritos dicen Por enojo. Jesús extendió la mano y lo tocó.
—Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano!
42Al instante, la lepra desapareció y el hombre quedó sano.
44—No se lo cuentes a nadie. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra.*1:44 Ver Lv 14:2-32. Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.
45Pero el hombre hizo correr la voz proclamando a todos lo que había sucedido. Como resultado, grandes multitudes pronto rodearon a Jesús, de modo que ya no pudo entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse en lugares apartados, pero aun así gente de todas partes seguía acudiendo a él.